El principio de
la democracia se corrompe cuando el amor a las leyes y a la patria comienza a
degenerar, cuando la educación general y particular son olvidadas, cuando los
deseos honestos cambian de objeto, cuando el trabajo y los deberes son considerados
como penas; entonces la ambición entra en los corazones, que pueden recibirla,
y la avaricia se adueña de todos. Estas verdades son corroboradas por la
historia….
Finalmente, el
principio de la democracia se corrompe no solo cuando se pierde el espíritu de
la igualdad, sino también cuando se persigue el espíritu de la igualdad
extrema, y cuando uno quiere ser igual a aquel a quien ha elegido para
mandarle: es entonces cundo el pueblo, no pudiendo soportar el poder que él ha
confiado, quiere hacerlo todo por si mismo, deliberar en lugar del senado,
ejecutar las leyes en lugar de los magistrados, y despojar de sus funciones a todos los jueces.
Este abuso de la
democracia es considerado razonablemente como una verdadera oclocracia (definición de oclocracia). En este abuso no hay amor al orden, ni a las costumbres; en una
palabra, no existe la virtud: entonces surgen corruptores y pequeños tiranos,
que poseen conjuntamente los vicios de uno solo; pronto un solo tirano se eleva
por encima de los otros, y todo el pueblo pierde hasta las ventajas que había creído
obtener de su corrupción.
Seria bueno que
el gobierno popular pidiera conservar el amor a la virtud, a la ejecución de
las leyes, a las costumbres, a la frugalidad; si pudiera evitar estos dos excesos:
el espíritu de desigualdad que lleva a alguna degeneración de la aristocracia,
y el espíritu de igualdad extrema que conduce al despotismo de uno solo; pero
es bastante raro que la democracia pueda guarecerse durante largo tiempo de
estos dos escollos.
El destino de
este gobierno, admirable en principio, es concluir casi infaliblemente siendo
presa de la ambición de algunos ciudadanos, o de la de los extranjeros, y a
pasar así desde una inestimable libertad a la mayor servidumbre.
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He aquí casi un
resumen sobre la democracia obtenido del libro “El espíritu de las leyes” de Montesquieu, hecho por el señor caballero De Jacourt en la Enciclopedia
de Diderot y D’Alambert.