viernes, 1 de mayo de 2020

El Trabajo (Marx tenía razón)


Amigos y camaradas, hoy es primero de mayo de 2020, día del Trabajador en Argentina y me pareció oportuno contarles acerca de algunos conceptos que tienen que ver con la economía y las relaciones humanas y que la gran mayoría de nosotros entendemos mal. Muchas veces porque nos los han enseñado mal, vicios que hay en nuestra educación inicial, y otras muchas veces porque nunca nos los han enseñado y un análisis demasiado lineal o una simple aplicación del aclamado “sentido común” no es suficiente como para comprenderlos.
Quizá alguna vez escucharon a alguien decir “esa nueva máquina va a dejar sin trabajo a mucha gente” o tal vez hayan escuchado a un técnico decirles con cierto temor “sé cómo hacerlo pero no puedo ayudarte, ese tipo de tareas las debe realizar un especialista, si meto mano me van a denunciar al sindicato”. Si me dan una oportunidad intentaré mostrarles cómo es que este tipo de razonamientos son producto de una historia mal contada desde hace ya demasiado tiempo… tanto que hoy estamos intentando saltear obstáculos que nunca terminan de aparecer y nos preguntamos por qué no dejan de aparecer… precisamente porque nos empeñamos en arreglar el foco y el cortocircuito está en el tablero.
El miedo a la máquina y la idea de que hay una cantidad limitada de puestos de trabajo y un número que no para de crecer de trabajadores, son el resultado de una lógica enfermiza que tiene sus orígenes en libros de magia que voy a intentar no mencionar en mi escrito para no indisponer a algún lector interesado en llegar al final, pero que quizá ve con simpatía dichos libros de ciencia ficción que se usan de material bibliográfico en muchas cátedras de nuestras universidades públicas.
Si hay algo que marcó el derrotero de la Humanidad, fue la idea fija de lograr el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo o dicho de otro modo, obtener más producción con el mismo esfuerzo. Esa simple idea, implícita o explícita, dependiendo el periodo histórico, hizo que dejemos de cargar el peso en nuestros hombros y lo pongamos sobre el lomo de las mulas o que inventemos la rueda, el trineo, la palanca y toda suerte de herramientas, procedimientos, técnicas, instrumentos y maquinas, por tal de que nuestro dolor físico sea atenuado  y nuestros días bajo el Sol sean más placenteros. Esto tiene casi el carácter de un axioma, no creo necesitar explicar por qué intentamos minimizar nuestros esfuerzos para obtener resultados. Pero he aquí un punto de inflexión donde las opiniones se dividen, por un lado está el grupo de personas que entendemos que lo más naturales es que todo proceso tienda a hacerse cada vez más eficiente y por otro lado se agrupan quienes están absolutamente convencidos de que una forma más eficiente de hacer algo elimina empleos y hasta hay una facción aún más revolucionaria de este grupo que considera, como consecuencia lógica de la idea anterior, que una modalidad menos eficiente de hacer las cosas creara nuevos puestos de trabajo. ¿Y vos de qué lado estás? Quizá piensen que estoy exagerando, pero cada vez que un sindicato hace fuerza para establecer restricciones legales que subdividan las tareas, lo que está haciendo es justamente enrolarse en el segundo grupo.
Este tipo pensamiento resulta de hacer un análisis de corto plazo y demasiado pormenorizado de los factores que influyen en la generación de trabajo.  Por supuesto que para que surjan nuevas industrias otras deberán morir, por ejemplo lo cocheros de caballos perdieron sus trabajos cuando nació el automóvil ¿Hoy alguien está en desacuerdo con eso?  

Si una ley impone que un trabajo que antes hacía un obrero, ahora lo tienen que hacer dos, la dueña de una casa que había conseguido ahorrar el dinero para contratar a un trabajador para que le construyera un salón, ahora tiene que contratar a dos. La ley cumplió con su espíritu “generar más puestos de trabajo”. Pero esperen un momento, completemos la frase, “generó más puestos de trabajo en la industria de la construcción”, porque el dinero que la señora tenía destinado a equipar dicha habitación con bicicletas para spinning ahora lo ocupó para el segundo obrero. Es decir, la industria de las bicicletas se vio desfavorecida, el bicicletero también y el profesor que dictaría las clases va a tener que esperar un tiempo más, hasta que se adquieran las bicicletas, para poder impartirlas.
Hablar de Economía es hablar de un sistema complejo de relaciones humanas, donde cada persona realiza un producto o un servicio para intercambiarlo con alguien que lo necesita. Cualquier análisis un lineal sobre sistema tan complejo resulta en conclusiones erráticas y cualquier intento de aplicar un cambio en estas relaciones, basados en un análisis lineal, tarde o temprano, termina por distorsionar el buen funcionamiento de todo el sistema. Lo que quiero decir es que si tenemos ideas simples sobre cierto fenómeno complejo, entonces vamos a entender mal la realidad y esto es peligroso sí de vos depende una decisión que afecta a otros (máxime si sos político). Por ejemplo, si por esas cuestiones de la vida estamos convencidos de que solo hay un número limitado de puestos de trabajo y nos toca pensar en una solución para que la gente no este “desempleada”, probablemente se nos ocurra promulgar (o decretar) una ley que instaurar un régimen de jornadas laborales de cuatro horas, entonces todas las empresas tendrán que obligadamente contratar al doble de trabajadores para poder producir lo que antes hacía un solo obrero en ocho horas. Por lo tanto lo que tendremos es obreros que se verán el sueldo dividido a la mitad. Es decir, para generar trabajo a gente sin empleo sacrificamos el empleo de otras personas. Ahora bien, supongamos que vivimos en un país con reglas extrañas y a un dirigente le parece sensato que la jornada laboral se reduzca a la mitad pero que el sueldo se mantenga intacto… entonces la empresa tendrá que duplicar sus gastos en sueldos, por lo tanto los costos se van a duplicar. En ese caso le solucionamos el problema del desempleo en ese rubro, pero duplicamos los costos de producción, por lo tanto los precios también crecerán en esa proporción. Entonces solucionamos el problema del desempleo a algunas personas pero “le complicamos” el día a día a otras.
¿Y entonces? ¿Es un callejón sin salida? No, en absoluto, es un problema complejo que amerita un análisis profundo y amplio.  Nuestras decisiones se basan en las teorías que forjamos, si nuestras teorías son erradas, tomamos decisiones malas. Las relaciones económicas que se dan entre individuos de una sociedad son tantas y tan influenciadas mutuamente, que no se puede diseñar una economía, es imposible centralizar el control, porque una mente humana o un grupo de mentes humanas no podrían nunca contemplar todas las posibilidades. Lo único factible es establecer reglas claras y sancionar a los tramposos y hacerse de paciencia, mucha paciencia.  Porque no se puede presionar los resultados. Siempre que nos quedamos sin paciencia compensamos la demora con nuevas decisiones…. Como cuando no sale el agua caliente en la ducha y abrimos todo el grifo de golpe… siempre nos vamos a quemar, es mejor soportar el agua fría unos segundos más que entrar en ese juego de manotazos a los grifos que nunca se sabe cuándo termina.
No quiero aburrirlos amigos, si llegaron hasta estas líneas, les agradezco. Quizá se pregunten que tenía que ver el título, absolutamente nada…  pero es que hay personas que si no es por el placer que sienten al “ganar” una discusión, no se motivan a escucharte. Y lamentablemente de esas personas abundan en lugares donde cada decisión tomada afecta a muchas otras personas.
Feliz día.


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